28.12.11


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21.12.11

No es que no lo amara, al contrario, lo amé con locura. Lo amé como se ama a las nubes pequeñas que se han extraviado del rebaño y son arrastradas por el viento a ningún lugar. Y fuimos felices, aunque también infelices, como supongo que le pasa a todo el mundo. Yo quise llenar su vacío poniendo en él cada gota y residuo de mi amor hasta quedar exprimida y famélica. Desde entonces cada beso que me daba, cada palabra dulce, no me llegaba a ningún sitio, sólo resonaba con su eco en mi vacío. Me convertí en una vasija de barro falsa en la que nada entraba pero de la que todo salía casi compulsivamente. Así estuvimos hasta que tuve que quebrarme, romperme para volver a rehacerme trozo a trozo y desde el polvo pero en otro molde, ya lejos de él.

14.12.11


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11.12.11

Las mañanas de domingo llegaban tibias y lentas, con su música de campanarios y su forma de pájaro en vuelo. Nos levantábamos tarde, con el sol del mediodía chorreándose por el balcón. Ella salía de la cama primero y entonces yo rodaba como tronco a ocupar su lado de la cama, tibio cual nido, y poner mi cabeza sobre la almohada perfumada a ella. Dormitaba entre el calor de su piel ausente mientras la oía hablar en susurros con el gato, hacerse café, levantar cosas del suelo, ducharse. -No sé para qué se duchaba esta mujer, si siempre mantenía ese aroma dulce a violetas invisibles y hierbas salvajes-. Luego volvía con el pelo mojado y la espalda húmeda y jugábamos a que yo no me quería levantar. Ella saltaba, cantaba, correteaba, me ensalivaba, daba volteretas, me jaloneaba o me quitaba las mantas de encima. Yo me despertaba entonces, salía de mi letargo porque su júbilo encantador me había convencido de aparecer en el mundo y porque su luz era tan brillante, tan intensa, que me era imposible de nuevo dormir.

9.12.11


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1.12.11

Estoy cansado, estoy realmente agotado. Si se quiere ir, ¿por qué no se va ya? ¡Que se vaya lejos! Me repele verla con sus encantos y su charla enredadora en la mesa de al lado. ¿Estará borracha? Seguro está borracha. Me siento como presa que la araña tiene inmóvil en su tela pero no se quiere comer. Olvidado, atrapado, impotente. Estoy subyugado por el hartazgo y por este juego en el que siempre nos enganchamos en la madrugada. De haberlo sabido no me habría tomado ese último mojito que me está sulfurando en la sangre y haciendo que ahora me desfilen los demonios infernalizándome la fiesta. Llegados a este punto ya puedo saber cómo va esto y no tengo energía ni voluntad para cambiarlo un ápice: Pronto con el alba vendrán también los diablos viejos con todo su pasado y toda su culpa y todo su echar en falta. Me sacarán los ojos y jugarán con ellos dejándome ciego, perdido y sin otra salida que buscar alivio en la soledad de las calles asquerosas. Entonces tendré que dejarla aquí a merced de estos toros que la mirarán con lascivia repugnante y se la llevarán a su mundo bestial... de nuevo.